Post Semanal

3 mayo 2020

DESARROLLO DE LA COMPASIÓN

El Sufrimiento del ser humano, es una realidad reconocida por todas las religiones y éstas, durante toda su evolución han ofrecido formas de afrontar y mitigar este sufrimiento

Debemos distinguir entre dos clases de sufrimiento muy diferenciadas

  • Sufrimiento primario: Inevitable, consustancial a la naturaleza humana por lo que debemos aceptarlo. Producido por el envejecimiento, la enfermedad y la muerte propia o de los seres queridos. Supone un 15% del Sufrimiento.
  • Sufrimiento secundario: Evitable, nos lo generamos nosotros por no aceptar el sufrimiento primario. Supone un 85% del Sufrimiento real.

Y ¿qué es exactamente la compasión?

En nuestra cultura, la compasión en un sentimiento de conmiseración o lástima por el que sufre, sin embargo, en culturas orientales y en el mundo anglosajón, la compasión es la Capacidad de hacerse consciente del sufrimiento, en primer lugar del tuyo propio y después del de los demás. Además de tomar conciencia de este sufrimiento, la compasión es la voluntad de aliviar ese sufrimiento, dentro de tus posibilidades.

La gran diferencia entre una definición y otra es que en nuestra cultura, este sentimiento de compasión pone al que sufre en un plano inferior al de quien la siente. El consuelo no es real porque esta diferencia de planos, hace que el que esté sufriendo, sienta la injusticia de la vida frente a otros y lo que percibe es ese sentimiento de lástima o caridad que a nadie reconforta.

La compasión como capacidad de percibir el sufrimiento, nos pone a todos en el mismo plano, como seres de una misma humanidad compartida, donde todos sufrimos en diferentes momentos de la vida y cuando vivimos desde el amor, somos capaces de desarrollar esa compasión y de ayudar a quien sufre, conscientes de que hoy sufren ellos y mañana sufriremos nosotros. No hacemos sentir al que sufre desde un plano inferior y tan solo acompañamos desde la comprensión y la aceptación a quien está sufriendo.

Compasión es tomar conciencia del sufrimiento propio y del ajeno de forma amable, sin juicio y sin rechazo.

¿Qué NO es la compasión?

Compasión no es lástima, porque las personas que sufren y perciben lástima no reciben consuelo real desde un plano de superioridad, no se sienten identificadas y se sienten más vulnerables con lo cual, más que ayudar, perjudica a quien sufre.

Todos tenemos en nuestro entorno a alguna persona enferma en la que podemos observar su reacción cuando perciben que alguien les tiene lástima. Normalmente es de un rechazo absoluto.

Compasión no es condescendencia, no es ser blando ni permisivo, no es perder los límites establecidos porque otra persona sufra. Una forma de tener compasión por ejemplo con los niños, es poner límites claros en su comportamiento, de esta forma estamos previniendo un sufrimiento a futuro y aunque a veces nos genere conflicto establecerlos, es un gesto de amor mucho mayor que no establecerlos.

Compasión no es un pensamiento mágico, cuando entrenas tu mente para desarrollar la compasión, entrenas tu propia apertura hacia el mundo que te rodea para realmente ser capaz de percibir ese sufrimiento, para ser capaz de aceptarlo y de acompañar al que sufre sin juzgarlo.

Los humanos tenemos un sistema en nuestro cerebro llamado sistema de neurocepción que capta el sentir de la otra persona hacia nosotros.  Este sistema trabaja desde el subconsciente. Esto hace, que seamos capaces de percibir en nuestro interior si la persona a la que tenemos enfrente nos quiere o no nos quiere.

Cuando entrenamos en compasión, lo que hacemos es ser capaces de transmitir amor a todos los que nos rodean y en sus sistemas de neurocepción, así lo perciban.

Crear entornos donde las personas se sienten aceptadas, valoradas, no juzgadas y comprendidas es crear entornos de compasión, de amor.  Con esto, además de conectar con el entorno que nos rodea, se produce un efecto contagioso en él y se va desarrollando en otros. El impacto que tiene el desarrollar la compasión es enorme, sea un entorno familiar, laboral o de la índole que sea.  Tenemos un ejemplo maravilloso muy reciente; en el momento de la pandemia del Coronavirus, ese impulso que a alguien se le ocurrió para aplaudir al sector sanitario en los balcones, se contagió a nivel nacional e hizo emocionar y disfrutar a todo un país, un gesto de tres minutos diarios tuvo un impacto emocional enorme para toda una población que sufría. Esto es compasión, desde casa, comprendimos el sufrimiento de los sanitarios y en casa, dentro de nuestras posibilidades, les acompañamos con un aplauso, algo tan sencillo que tuvo un efecto tan enorme.

El cariño es un sentimiento que desarrollamos por nuestros seres queridos con el contacto y el acompañamiento que tenemos en la vida de forma mutua. Sin embargo, el amor es una elección. Formamos parte de una humanidad compartida, donde todos los seres humanos somos iguales, todos queremos ser felices y a pesar de ello, sufrimos y tenemos miedo. 

Entendido esto, podemos decidir vivir desde el amor, sin juzgar a las personas que nos cruzamos en la vida y entendiendo, que actúan bajo unas creencias y circunstancias que nada tienen que ver con las nuestras. Así, cuando tengamos delante a una persona que no nos trata como quisiéramos, siempre dentro de unos límites establecidos, hablo de personas poco amables o que tengan un conflicto determinado con nosotros, si nuestra elección es vivir desde el amor y estamos entrenados en compasión, rápidamente percibiremos su sufrimiento y además de perder el poder de hacernos daño, encontraremos las formas de acompañarles en su sufrimiento, sin juicio y con la intención de ayudar en la medida en la que podamos a aliviarlo.

Sentirse amado es sentir que nos dejan ser, incluso en nuestros defectos. Si solo te sientes querido por las cosas que haces bien, no es un sentimiento real. Las personas que se sienten amadas, son personas fuertes y de las que emergen sus potenciales. Si creamos entornos de compasión, de amor, las personas son inmensamente más felices, resilientes y despliegan todo su potencial.

El percibir nuestro propio sufrimiento, hace que tengamos una relación con nosotros mismos más amable, incluso en los casos de fracaso, de incapacidad percibida o frente a emociones negativas como son la culpa, la vergüenza y la autocrítica. Esto nos ayuda a mejorar nuestro bienestar físico y mental y las relaciones interpersonales del día a día.

Hay otra parte de la compasión que hemos de tener en cuenta y es muy importante. En este proceso, también hemos de desarrollar la capacidad de recibir la compasión de otros y lo cuidados cuando lo necesitemos. Muchos de nosotros, adoptamos roles de cuidadores en nuestros entornos. Provenimos de estructuras familiares donde hemos tenido que sostener a padres, hermanos, hijos y nos cuesta muchísimo adquirir el rol de quien necesita ser cuidado. Cuando desarrollamos la capacidad de percibir nuestro propio sufrimiento y lo hacemos con humildad, facilitamos esa ayuda de los demás. Debemos estar abiertos al amor en el amplio sentido de la palabra cuando la vida nos de la oportunidad de recibir gestos de amor.

Quiero en este aspecto hacer una referencia al sentimiento de empatía, que muchas veces se confunde con el de compasión ya que son sentimientos diferentes. La empatía es “ponerse en los zapatos del otro”. Es la capacidad de sentir y entender las emociones de quien sufre. Es un sentimiento muy hermoso, pero tiene un problema que aquí te desarrollo. Cuando sentimos empatía, los circuitos neuronales que se activan son diferentes a los de la compasión. Con la empatía, experimentamos las mismas emociones de los que sufren de forma involuntaria y nos fusionamos con los sentimientos de los otros.  Esto produce un contagio emocional que conectará con el que sufre, porque se sentirá comprendido pero nuestra capacidad para aliviar ese sufrimiento, disminuye de forma muy significativa por el nuestro propio.

La empatía, sentida de forma continua por nuestros entornos sociales o laborales, puede dar lugar al síndrome de Burnout o quemado profesional.  Es una fatiga emocional, que acaba produciendo indiferencia y hasta cinismo por el que sufre. En entornos como el sector sanitario, se detectan profesionales son síntomas claros de deshumanización, que han desarrollado como mecanismo de defensa para poder soportar ese arrastre emocional. El problema, es que esta deshumanización, los separa de las personas en todos los niveles de su vida y normalmente, se desarrollan síntomas depresivos importantes.  Por esto, es tan interesante, que en determinadas profesiones o entornos sociales donde estamos expuestos a mucho sufrimiento ajeno, desarrollemos mecanismos de compasión a través de entrenamiento mental.

Las cualidades para poder desarrollar la compasión son las siguientes:

  • Mindfulness. Para ser capaces de tomar conciencia del sufrimiento de uno mismo y del otro ya que el ser humano es especialista en esquivar ese sufrimiento .
  • Fortaleza para poder tolerar el sufrimiento sin quedarse atrapado en él y sin caer en procesos de deshumanización.
  • Compromiso para intentar aliviar ese sufrimiento en la medida de nuestras posibilidades.

El trabajo de la meditación, te ayuda a tomar conciencia de todo lo que te rodea. El percibir el sufrimiento es una sensación nueva y a veces extraña, peor es cierto que te abre a ver a los que te rodean desde un prisma diferente.

Normalmente, tendemos a juzgar todos aquellos comportamientos que no nos gustan de forma automática y cuando empezamos a ver estas acciones como recursos para esconder sufrimiento, la visión es completamente diferente. Te identificas con todos aquellos que te rodean y adquieres la capacidad comprensiva que hasta ese momento tenías oculta.

Ves el mundo con menos hostilidad, ves la humanidad en todos aquellos que pensabas deshumanizados y sobre todo, ves la posibilidad de cambio en todas aquellas personas que pensabas que eran malas personas.

No se trata de que vayas invitando al mundo a que cambie, con tu cambio de actitud hacia ellos, el mundo cambia a tu alrededor.

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