Post Semanal

20 septiembre 2020

Vivimos tiempos convulsos, vivimos tiempos de miedo y de incertidumbre. Como es normal, en estos tiempos donde no tenemos muy claro qué es lo correcto en nuestra forma de actuar y pensar, porque nadie sabe muy bien lo que hay que hacer, buscamos mucha información para que nos ayude a coger claridad.

En esta búsqueda, estamos sometidos a una información llena de odio, de ira, de victimismo y de falta de responsabilidad por parte de todo el mundo.

La pérdida de valores de esta sociedad, se hace ahora más evidente que nunca y aquello que saboreamos en el pasado confinamiento que nos hizo pensar que el ser humano volvía a unirse hacia una lucha común de supervivencia, se ha diluido completamente a día de hoy.

Pues bien, aunque lo hayamos olvidado, el ser humano tiene un lado fuertemente compasivo por naturaleza.

Dacher Keltner, un prestigioso profesor de psicología de la Universidad de California y fundador de un famoso podcast llamado «la Ciencia de la Felicidad», nos habla del Instinto compasivo del ser humano.

Durante siglos, se han considerado a las emociones como el origen de la irracionalidad, de la bajeza humana y del pecado, incluso la compasión, la preocupación que sentimos por el bienestar de otro ser humano, ha sido tratada con completa burla. Kant la vio como un sentimiento débil y equivocado; llegó a decir : “tal benevolencia se llama corazón blando y no debería ocurrir en absoluto entre los seres humanos”.

Recientes estudios científicos, han demostrado, que ayudar a alguien , dispara la actividad en el núcleo caudado y  cíngulo anterior del cerebro, que son las regiones que se encienden cuando reciben recompensas o experimentan placer.

Cuando los niños pequeños y los adultos sienten compasión por otros, la emoción es reflejada en cambios fisiológicos palpables. El índice cardíaco baja de los niveles de referencia, lo que prepara no para pelear o huir, sino para la aproximación y la calma.

En algunos estudios recientes, se ha demostrado que cuando las personas manifiestan comportamientos asociados al amor compasivo (sonrisas cálidas, gestos amistosos con la mano, inclinación hacia el otro) sus cuerpos producen más oxitocina.

La piel humana tiene receptores especiales que transforman los patrones de estimulación táctil ( la caricia de una madre o la palmada en la espalda de un amigo) en sensaciones indelebles y duraderas como los olores de la infancia. Ciertos toques pueden disparar la liberación de oxitocina, trayendo sensaciones de afecto y placer.

Hoy hemos perdido por el uso de las tecnologías mucha capacidad de comunicación y de atención; sobre esto ya nos hablaba Hipócrates, hace solo 1500 años, que nos decía que la comunicación tenía capacidad curativa para el personal médico.

Podría seguir dando datos sobre nuestra capacidad para dar compasión durante horas pero prefiero centrarme en este momento y en lo que estamos viviendo.

Pero entonces ¿ que podemos hacer ante este panorama?

Podemos ver la gran propensión humana a la compasión y los efectos que la compasión pueden tener en el comportamiento, pero ¿podemos cultivarla o está determinada por nuestros genes?

Por supuesto que podemos desarrollarla. Precisamente, por ese instinto compasivo innato en el ser humano, el entrenamiento mental te lleva a una comprensión más amplia de las situaciones y menos condicionada por tus creencias. De esta forma, eres capaz de percibir el sufrimiento y de diluir la hostilidad causada por el miedo que todo el mundo muestra.

El amor es el enemigo principal del miedo, ya que éste nos paraliza , sin embargo, actitudes compasivas y amorosas, nos dotan de la valentía y las herramientas para aliviar el sufrimiento propio y ajeno.

Investiga, lee, estudia y sobre todo, esfuérzate en desarrollar la compasión si no quieres que esta situación te separe y te haga olvidar a la persona que eres.

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