Post Semanal

6 junio 2021

Toda mi vida he sido bastante floja para el deporte. En el colegio y en el instituto sufrí como nadie para superar las pruebas que para el resto de mis compañeros, aparentemente no tenían ninguna dificultad.

Me sentía torpe, floja, inferior y este sentimiento me ha acompañado hasta los 19 años aproximadamente.

De todas formas, he de confesar que el deporte me ha entusiasmado siempre y aunque sabía de mi corta destreza y fuerza, siempre he disfrutado mucho cuando solo suponía practicarlo, sin pruebas, sin presión, sin exámenes y sobre todo, sin compararme con los demás.

A esa edad la natación llegó a mi vida, un poco por casualidad y se quedó conmigo durante mucho tiempo. Fueron años maravillosos, el agua era mi medio y allí me sentía tranquila, segura, nadie podía evaluarme ni casi verme y yo podía conectar con mi cuerpo y mis ganas de superación.

Progresé muchísimo y me hice hasta buena, incluso pude conseguir el título de monitora de enseñanza de la natación y eso me hizo estar muy orgullosa de mi misma.

Pasaron los años, el trabajo, la familia, los niños, obligaciones varias me alejaron de mi deporte por la eterna excusa de la falta de tiempo y lo abandoné.

Tras mi divorcio, volvieron a mí, sensaciones olvidadas de auto abandono que me son profundamente desagradables y me sumen en una sensación de tristeza con la vida que se hacen insoportables.

Un día, en un impulso, leyendo una reseña de un amigo que corría maratones lo decidí. Era parecido a nadar, era un deporte solitario, sin sentirme observada, aparentemente sencillo, barato y no me restaba tanto tiempo como el hecho de ir a la piscina.

Las primeras semanas fueron un auténtico infierno, me faltaba forma física, me faltaba capacidad pulmonar y sobre todo, fortaleza psicológica. Las sensaciones eran de extenuación y fracaso casi todos los días pero mi vida era tal mierda, que no me podía permitir abandonar, y no lo hice.

Poco a poco, entrenamiento a entrenamiento, avanzaba, no tanto en mis resultados como en mis sensaciones que cada día eran más placenteras. Esto empezó a dar un giro a mi vida definitivo. Por primera vez, me vi capaz de superar retos que había enterrado desde aquellos años de instituto donde me sentía tan inferior y con muchos años más, me hacía aquellas distancias sin ningún problema, mi fortaleza física subía y con ella mi fortaleza mental.

El acompañar estas sensaciones en un proceso de divorcio, hizo que empezasen a borrarse determinados miedos que me abrumaban por afrontar la vida en solitario, sin pareja y cada día, crecía personalmente encontrando aquellos recursos internos que tenía completamente olvidados.

Salir a correr no era una opción, se convirtió en algo vital en mi día a día y con cada carrera, ganaba un mundo interno y externo que configuraron la mujer madura que soy.

Tantos kilómetros, tanto esfuerzo, tanta superación mental y física hicieron de mi una persona con más resiliencia, con curiosidad por explorar mis propios límites y sobre todo una persona que ya no permitía que sus etiquetas de la infancia, la paralizasen para nada en su vida.

A las carreras tengo que agradecer mi autoestima, mi alegría, mi capacidad para afrontar los retos. Recuerdo la primera vez que completé una carrera popular de 10 km, llegué la última, delante de la ambulancia de la organización, y puedo jurar que me sentí la persona más grande del mundo en ese momento. Nadie sabía todo lo que esos 10 km llevaban detrás, nadie sabía que esos 10 km borraban a esa niña que se sentía pequeña frente al resto del mundo, nadie sabía que me sentía digna de tomar decisiones importantes, nadie sabía cuanta culpa me quitaba de encima en ese momento, nadie sabía que me sentía una madre a la altura para mis hijos, nadie sabía que sentía que mi vida empezaba de nuevo… y empezaba bien, muy bien.

Mi corazón me apartó de las carreras hace algunos años, sin embargo, miro hacia atrás con mucha alegría, por la suerte que he tenido de poder disfrutar de este deporte, de sus sensaciones y sobre todo de sus efectos.

En cada carrera ocurren muchas cosas, pasan muchas fases y en cada una de ellas, algo se revela para ti que hace que empieces siendo una persona y termines siendo alguien más valioso.

No somos conscientes de la cantidad de beneficios que tiene el deporte en nuestra vida y solo espero, que compartiendo mi experiencia contigo, te animes a darte este premio de vida que es el movimiento.

Tomando conciencia, viviendo en coherencia…

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