Esta semana necesito compartir esa recuperación personal que hace el Camino de Santiago.

Siempre que pasamos por momentos difíciles, sale de nuestro interior una fortaleza de la que no solemos tener constancia. La pena, es que siempre nos pasa cuando tocamos fondo, cuando la vida nos pone a prueba con mucho sufrimiento añadido y de alguna forma, solo nos es útil cuando ya no suele haber una vuelta atrás.

Sin embargo, una de las cosas más mágicas que tiene el Camino de Santiago y por lo que tanta gente lo recomienda es que, de alguna forma, sin necesidad de que te ocurra nada malo, tomas contacto con esas capacidades internas que te resitúan en lo que verdaderamente importa.

El esfuezo diario, el sufrimiento físico, la necesidad de fortaleza psicológica y el no tener tiempo para quejarte porque has de usar toda tu energía en la recuperación, hace que ciertos valores internos aparezcan y hagan la magia del Camino para todos los que participan.

Los valores que ahora tengo tan presentes y me apetece inmortalizar antes de que se diluyan son:

• ESFUERZO y CONSTANCIA: el valor reina de este viaje. Aquí no hay tregua, no hay posibilidad de pereza. Aquí amanece y tienes que seguir al siguiente destino. Una mezcla entre ilusión, emoción e inseguridad te acompaña cada mañana pero paso a paso, la consciencia gana todas las batallas y sencillamente, disfrutas y te nutres del camino. Los boicoteadores de nuestra cabeza, que hacen que abandonemos todo aquello que quisiéramos hacer en nuestras vidas normales, no tienen cabida.
• ORDEN: En el Camino hay que ser disciplinado. Las fuerzas y los horarios son limitados y no hay más remedio que sentir orden, interno y externo para no gastar energía en arreglar ningún tipo de caos. En la vida nos encanta inprovisar y dejarnos llevar, sin ser conscientes de cuanta energía gastamos en ello.
• SOLIDARIDAD: Común en todos los peregrinos. Cada día te vas encontrando personas con un saludo cálido «Buen camino» y todos estamos con todos. En mi caso, el haberlo hecho con un grupo ha sido una experiencia de hermandad emocionante y absolutamente enriquecedora. El Camino da para todo, todos hablamos con todos y sobre todo, todos nos llevamos cosas de todos.
• CAPACIDAD DE LUCHA: Esta sociedad nos hace sentirnos pequeños e incapaces de afrontar las dificultades, sin embargo, en el Camino esto no es posible y la fuerza del resto de los peregrinos te hace seguir, paso a paso y justo ahí, descubres que si puedes, que eres fuerte y que solo te has de dar la oportunidad para demostrarte lo grande que eres.
• TOLERANCIA: Vivir el Camino en grupo es convivir, es tolerar, es respetar y sobre todo, es aceptar a cada uno como es. Mi lema ha sido, cada uno tiene su propio camino, su propia mochila y por lo tanto, no juzgo a nadie. Ha sido espectacular porque me ha permitido ver lo maravilloso de cada uno sin prejuicios por mi parte.
• ADMIRACIÓN: Estamos tan ciegos por ir corriendo a todos sitios que apenas nos da tiempo a fijarnos en las personas que nos rodean. Ha sido un encuetro emocionante con 14 seres humanos dignos de mi más profunda admiración, todos diferentes y todos inmensos.
• ACOMPAÑAMIENTO: El sufrimiento es algo inherente a la propia existencia. En una situación de esfuerzo grande como es el Camino, el sufrimiento de cada uno asoma la patita y el grupo, tan solo acompaña, sin intervenir, sin juzgar, sin condicionar.
• CRECIMIENTO: Una de las cosas que todos nos llevamos del Camino, es esa sensación de crecimiento personal, de encuentro con nosotros mismos y evolución hacia una mejor versión de nosotros mismos.
• ALEGRÍA: A pesar del esfuerzo, del dolor y de todo lo que el Camino va aflorando, la alegría de llegar y compartir la meta con el grupo, es algo reconfortante y que le da mucho sentido a todo.

Siete días preciosos, que espero no olvidar nunca.

Tomando conciencia, viviendo en coherencia…