Fomentar en los niños que vivan sus emociones, sin miedo, sean agradables o desagradables, les dará la capacidad para ver y afrontar su propio sufrimiento.
La sobre protección no es saludable. Las personas que no muestras sus emociones o que ni siquiera, son capaces de vivirlas, esconden su propio sufrimiento, negándolo o evadiéndolo. Esto hace que vayan acumulando las emociones que lo acompañan y terminan desarrollando cuadros patológicos asociados a esas emociones como es la ansiedad y la depresión.
Permitir que los niños sufran lo que les corresponde en cada momento de la vida, los hace resilientes y capaces de percibir y afrontar las situaciones difíciles.
Además, debemos recordar, que personas que son incapaces de percibir su propio sufrimiento, son completamente incapaces de percibir el sufrimiento ajeno.