HABLEMOS DE ECUANIMIDAD
Como definición, la ecuanimidad es un estado de estabilidad y compostura psicológica que no se ve perturbado por la experiencia o exposición a emociones, dolor u otros fenómenos que pueden causar la pérdida del equilibrio de la mente.
En occidente, y concretamente en nuestra cultura latina caracterizada precisamente por su fuerte carácter emocional, vemos esta aptitud con verdadero estupor. Lo vemos como algo que se corresponde con culturas orientales, profundamente alejadas de nuestra forma de vivir.
En realidad, este concepto, va mucho más allá y puede ser muy positivo para nuestras vidas.
La ecuanimidad permite a la mente estar en calma y ver lo que realmente está ocurriendo, permitiéndonos aceptarlo más allá de las consecuencias que acarree el suceso en sí.
La importancia de poner en práctica la ecuanimidad reside en que permite que las personas puedan desapegarse del dolor y del sufrimiento, así como de la felicidad extrema y del apego. Es una renuncia que, a priori, nos puede parecer antinatural, sin embargo, la ecuanimidad permite que las personas vean aquello que es realmente importante en una situación, sin dejarse llevar por las emociones que la enmascaran.
Cuando se desarrolla la ecuanimidad, se desarrolla la capacidad de juicio equilibrado, desde la veracidad de los hechos y la imparcialidad. Esto no debe confundirse con frialdad, desinterés o falta de sensibilidad, ya que esta aptitud va acompañada de un fuerte desarrollo de la compasión, que como ya sabes, es la capacidad de percibir el sufrimiento. Tampoco debemos asociar la ecuanimidad con indiferencia, ya que los comportamientos ecuánimes siempre van acompañados de acción, a diferencia de las aptitudes indiferentes que suelen acompañarse de negación e inacción.
El desapego emocional evita el desequilibrio, pero no nos aleja en absoluto de la capacidad de sentir, por el contrario, nos acerca a una correcta gestión de las emociones para que no dominen nuestros estados de ánimo y nuestras decisiones en la vida.
Ecuanimidad es vivir en el presente, libre del pasado y del futuro, y sin reaccionar con avidez o aversión. Nos da la capacidad de no aferrarnos a los sentimientos agradables y nos permite no añadir sufrimiento cuando hay sentimientos desagradables.
La meditación, te acerca a esta forma de afrontar la vida y a las emociones que la acompañan, a aceptar la impermanencia de la vida y los acontecimientos difíciles, como parte de tu existencia. La aptitud ecuánime, te ayuda a acoger las vicisitudes de la vida sin resistencia, viviendo las emociones, pero sin permitir que éstas queden ancladas para condicionarnos la vida.
Así, viviremos los momentos álgidos de la vida con humidad y agradecimiento y los momentos difíciles, con serenidad, confianza y sin perder la ilusión.
Entenderás que nada de lo que te pasa define quién eres, y aquello que eres siempre será más grande que cualquier cosa que te pasa.