La magia de la paternidad comienza con el embarazo, propio o ajeno, para aquellos padres que serán adoptivos.
Tanto en un proceso biológico como de adopción, en esta sociedad vivimos un embarazo lleno de expectativas y sueños que si tienes suerte y no se ve truncado por un imprevisto, llegará a buen término y comienza la aventura.
Los inicios son como poco, impactantes y duros, durísimos. La crianza inicial consiste en atender durante las 24 horas del día las necesidades de la criatura, olvidándote completamente de las tuyas: no duermes, no tomas el tiempo suficiente para comer de forma sana, no haces ejercicio, sencillamente no existes, solo atiendes.
Una sensación de madre/padre objeto te va invadiendo poco a poco y miramos al bebé como esa figura que le da TODO el sentido a nuestra existencia.
Nosotros ya no contamos, ya no cuenta nuestra pareja, ya no cuentan nuestros amigos y familiares y así, pasan muchos meses en los que ese abandono personal y social, va haciendo mella dentro de nosotros en emociones contenidas de tristeza, soledad, auto abandono y sin embargo, hemos de mostrar al mundo que estamos en el momento más feliz de nuestra vida.
El ser humano está biológicamente preparado para reproducirse y es cierto que una sensación de realización personal por la paternidad es completamente normal, pero ¿felicidad? creo que confundimos los conceptos.
Superada, o no, esta situación de desconexión con la persona que somos y recuperado, o no, nuestro entorno, el bebé va creciendo y llega la hora de ir incorporándonos a nuestra vida «normal».
La falta de conciencia social, hace que a estas sensaciones anteriores se les una el amigo ESTRÉS; dificultad de conciliación, sentimientos infinitos de culpa por ir a trabajar hacen que además de agotado física y emocionalmente, no te permitas ni un ápice de recuperación de tus propias necesidades y aquellas emociones del auto abandono se vayan agudizando.
Así nos mantenemos algunos años y en ese camino, ansiedad, depresión y separaciones de parejas son las grandes protagonistas.
Si fuésemos conscientes de esto y nos mirásemos desde fuera, desde el punto de vista de un observador externo, nos tomaríamos la paternidad de una forma muy diferente.
Hacemos de un momento natural, algo extraordinario que nos paraliza la vida por completo, hacemos de un momento que debería ser precioso, un verdadero infierno emocional, disfrazado de falsa felicidad para cubrir unas expectativas sociales absurdas y llenas de creencias pesadas.
La paternidad es un proceso biológico, natural y para el que estamos preparados en todos los sentidos, en realidad, nacemos para reproducirnos y perpetuar la especie y en vez de darle el valor natural que esto tiene, le proporcionamos una categoría de ÚNICO a este hecho, que hace que tiremos el resto de nuestra vida a la basura tras varias decenas de años buscando nuestro sitio en ella.
La conciencia plena nos aporta ese equilibrio, esa ecuanimidad que hace que no perdamos el foco, desbocándonos y borrando toda pista de la persona que en realidad somos , estemos en la fase de la vida que estemos.
Yo, personalmente llegué 15 años tarde a esto. El tiempo pasa y este rol de padres/madres que asumimos desde el primer día, nos acompaña para siempre.
Poco a poco, vas recuperándote a ti mismo, siempre tienes esa sensación de culpabilidad cuando antepones una necesidad personal a la atención de un hijo, aún incluso cuando el hijo no reclama ya tu atención.
Nuestro subconsciente y con él, nuestras espesas creencias, intentan tenernos ahí, sentados, disponibles, inmóviles esperando a que nos demanden… y el tiempo pasa… y la vida se pasa.
Amar es dar sin esperar a cambio. Una persona con sus necesidades básicas atendidas por si mismo, es una persona feliz y solo una persona feliz, puede amar sin esperar nada a cambio.
El entrenamiento mental es una herramienta maravillosa para no perdernos en esas creencias y no perder nuestra identidad en esos momentos que realmente, deberían ser maravillosos.
Muchos padres y madres me cuentan que viven con la percepción de perderse la niñez de sus hijos y esto no tiene nada que ver con el ir a trabajar. Cuando no funcionamos desde el piloto automático, somos testigos del desarrollo de nuestros hijos desde la conciencia, la admiración, el respeto y sin un montón de expectativas pesadas que caigan sobre ellos por dejar nuestra propia felicidad en sus manos.
Cuando miramos desde ese prisma a nuestros hijos, es posible atenderte, cuidarte, se consciente de tus sufrimientos y actuar para resolverlos.
Cuando somos padres conscientes, los miramos con una distancia suficiente para dejarlos SER, y cada vez que avanzan , somos testigos de su propio milagro de la vida, estremeciéndonos ante su sola presencia, agradeciendo sus logros y estando ahí, para sostenerlos en su dolor.
Ser padre/madre, es un regalo tan grande que no nos lo podemos «perder» buscando ser padres/madres perfectos.
Tomando conciencia, viviendo en coherencia
Nota: dedicado a mis tres hijos, Lucía, Pedro y Marina.