Post Semanal

27 marzo 2022

Se dice chavolo, no celda…

Esta fue una de las primeras indicaciones que me dieron en mi primer día.

El lunes pasado, tuve la gran oportunidad de compartir tiempo y espacio para comenzar a impartir un taller de Mindfulness en un centro penitenciario de mi ciudad.

Por un lado, sentimientos de inseguridad por no dar la talla. Evidentemente, soy consciente de que las personas que van a realizar este taller viven en una realidad infinitamente más dura que la mía y se supone, que el secreto de mi éxito se basa en normalizar nuestras experiencias, en no dramatizar ante nuestras realidades y trabajarnos un poquito más , la propia aceptación de la vida.

Entre alumnos que viven vidas similares a la mía, me resulta relativamente sencillo. Pero con personas privadas de libertad, personas que están en la cárcel luchando por no perder el sentido de sus vidas alejados de ellas, me sentía pequeña, más bien insignificante, y ese maldito síndrome de la impostora no me dejó pegar ojo la noche anterior.

Mi cometido en estos talleres es ayudarles a gestionar su ansiedad, pero como conozco el impacto emocional y psicológico que este curso tiene sobre las personas que lo hacen, un miedo atroz me invadía la mente por completo.

Personas muy dañadas, destruídas por las drogas física y psicológicamente pero sobre todo, personas que han sido retiradas de la sociedad, aunque sea de forma temporal, por culpa de esa adicción que les ha llevado a cometer delitos.

Mi primer contacto fue brutal y más que servir para presentarles el curso, siento que fue para situarme en la realidad de lo que voy a vivir estas semanas junto a ellos.

Tras la impresión incial de entrar en un centro penitenciario, con sus controles típicos, lo que más me impactó fue que llegamos a la puerta del patio, y los llamamos para subir al aula. Tras pasar por farmacia para recibir su medicación, subimos por unas escaleras como niños que terminan un recreo con sus profesores.

Conversaban ilusionados, saludaban al equipo con alegría de verles y sobre todo, percibía ilusión por empezar. Esto fue el primer impacto.

Nuestra mente tiende a montarse unas películas horribles sobre todas las circunstancias y ésto, nos predispone a tensarnos antes de empezar a tener que estar tensos.

Me había imaginado que ellos estarían esperando, con caras de ir forzados a algo que no les apetecía, controlados por los funcionarios y que todo sería mucho más frio. Mi sorpresa fue que desde el minuto uno, me sentí arropada por ellos, por mis compañeros de viaje estas semanas, por los presos.

Tras las presentaciones formales del programa de formación, llegó mi segundo impacto, su presentación.

Frases como : «somos buena gente, pero estamos enfermos por esta pesadilla que es la droga», «mi padre ha venido a verme el día del padre y ha sido uno de los días más felices de mi vida», «quiero cambiar», «esto es un camino de largo recorrido», «he perdido a mi familia pero la quiero recuperar», me situaron rápidamente en realidades absolutamente humanas, que nada tienen que ver con delitos, con malos, ni con personas que me tengan que dar miedo.

El proceso de humanización y eliminación de juicios de valor, me lo hicieron ellos en cada una de sus presentaciones y desde ese momento, ya estoy con mis chicos del taller, personas a las que puedo aportarles herramientas y que me han abierto el camino de la forma más bonita posible, compartiendo lo que son como seres humanos, independientemente de sus circunstancias.

El taller fue bien y a pesar de mis miedos iniciales a no estar preparada, me fui relajando y empecé a hacer lo que sé. Aún así, no me vi demasiado fina por la cantidad de emociones que tenía que asentar pero, estoy segura de que el próximo día lo haré mejor.

Hicimos un ejercicio de meditación y las sensaciones fueron normales, como en otros talleres, algún nerviosismo, alguno que casi se duerme y sobre todo , mucha paz…. empezó a hacerse la magia.

Viéndolos meditar, relajados, tranquilos, sentí que era una privilegiada de la vida, con la oportunidad de dotarles de recursos internos para estar un poco menos mal y con eso, mi propósito en la vida ha adquirido todo el sentido del mundo.

Solo tengo palabras de agradecimiento por esta oportunidad de crecimiento tan bestial que la vida me ha vuelto a brindar.

Lo mejor, siempre está por llegar.

Tomando conciencia, viviendo en coherencia….

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