«No echéis margaritas a los cerdos»
Esta semana he estado trabajando en la sensiblidad, una característica del ser humano que nos aporta grandes ventajas frente a otras especies y sin embargo, en esta sociedad torpe y cateta, nos esforzamos de forma contundente en esconderla y para los más aventajados, en olvidarla.
La sensiblidad nos permite percibir lo que hay a nuestro alrededor en una dimensión más completa, más profunda, más allá de los canales de comunicación normales, nos permite sentir, entender, integrar, intuir y sobre todo, nos permite conectar de forma más completa con lo que está ocurriendo.
Pero no, una vez más, este ser humano empeñado en evolucionar en su propio perjuicio, ha decidido a lo largo de su evolución , asociar a esta característica , términos como la fragilidad, la vulnerabilidad, la falta de valor y otras estupideces que han hecho que, desde pequeños, busquemos la forma de evadir nuestros sentimientos de apertura hacia lo que acontece, una vez más, en una huída incesante del sufrimiento.
La vida nos lleva a situaciones, en las que nos podemos sentir vacíos en alguno de sus aspectos. Trabajo, círculos sociales, familia, pareja, son aspectos que consideramos vitales y que en ocasiones, una mala gestión puede hacer que se conviertan en aspectos muy negativos y que nos supongan mucho sufrimiento.
Esto afecta a todos los seres humanos, podemos hablar de personas muy adineradas, que se pasan media vida comprándose la felicidad que nunca llega, a través de lo material y la relaciones superficiales y podemos hablar de presidiarios, que jamás han tenido una oportuniudad por parte de la sociedad para tener una vida diferente de la que han tenido.
El caso es que llega un momento en el que la vida te puede ofrecer una oportunidad de cambio, una oportunidad de salir de ese rol de sufrimiento, sea el que sea, que no te aporta lo que necesitas para que la vida y para que tu vida, tengan algo de sentido.
Aquí, con esa oportunidad delante de nosotros, es cuando hacemos emerger todos nuestros mecanismos de defensa contra esa sensibilidad y rechazamos todo lo que se nos ofrece a base de: queja permanente, victimización, resistencias a base de argumentos conservadores y anticuados.
Al rechazar una oportinidad de cambio, insconscientemente rechazamos esa parte miserable nuestra y de esta forma, nos situamos en esa zona de confort absurda, llena de sufrimiento pero que nos hace no reconocer nuestras propias responsabilidades, nuestros errores, nuestras decisiones equivocadas, nuestras miserias.
«Los cerdos no quieren margaritas, los cerdos quieren mierda»
En esta postura nos quedamos, víctimas de la mala suerte, de la sociedad, de los demás, de la vida y pobre de mí, que todo va en mi contra, siempre ahí, miserables, mediocres y muy quejicas.
No te quejes, no te victimices, no culpes al mundo de tu vida porque si es una mierda de vida, la responsabilidad de cambiarla es tuya. No se trata de qué cartas te toquen en la vida, sino de cómo decidas jugar con las cartas que te tocan.
La meditación te da luz, te da la posibilidad ver aquellas facetas que te sitúan en esta posición tan aburrida, tan resignada y tan victimista. Meditar te abre a recuperar esa sensiblidad sin complejos, sin miedo a sufrir y sobre todo, te brinda la posibilidad de recuperar una palabra mágica y ausente en la vida de casi todos, la ilusión de vivir.
Tomando conciencia, viviendo en coherencia…