La vida es una especie de carrera de fondo, donde sentimos que vamos como pollo sin cabeza, intentando cubrir nuestras saturadas y angustiosas agendas.
Afrontar las dificultades, es parte de nuestra rutina diaria y en ocasiones, nuestro estado de ánimo cae en picado porque sentimos que nos estamos saturando.
Todos los seres humanos tenemos una fortaleza interna, mucho mayor de la que pensamos, para afrontar todos lo retos que la vida nos va poniendo delante, sin embargo, esta resiliencia se ve fuertemente afectada cuando tenemos una visión negativa de la vida.
Esta forma de ver la realidad, hace que sintamos que no merece la pena tanto esfuerzo y al final, podemos caer en estados de desidia que nos perjudican de forma muy negativa.
El estado de ánimo, es como un motor para esta fortaleza interna. Cuando sientes que la vida te gusta, que las personas te gustan, todo esfuerzo es poco para superar esas dificultades que enturbian esa visión.
Cuando las cosas suceden de forma diferente a lo que esperábamos, cuando nuestras altísimas expectativas de vida no se cumplen, entramos en sentimientos de frustración y tristeza que pueden hacer cambiar nuestro estado de ánimo.
El hipocampo del cerebro se ve afectado y nuestro humor cambia.
Esto es completamente natural y no podemos fustigarnos por ello, pero debemos poner mucha presencia en estas situaciones para que no se cronifiquen y hagan que nuestra vida se transforme.
Cuando nos ocurre algo malo, nuestro estado de ánimo cae, sentimos que no estamos de humor para nada y enfadados con el mundo y con la vida, actuamos a la defensiva, de forma algo hostil con todas las personas que nos rodean.
Si no somos capaces de soltar el papel de víctima que nuestro cerebro adopta en estas situaciones y nos enganchamos al hecho ocurrido y al sentimiento de injusticia percibida, seremos incapaces de superar la circunstancia y este mal humor, se transforma en mal carácter.
Nos volvemos personas más calladas, más solitarias, más apáticas, todo en un intento de no tener que relacionarnos con nadie porque culpamos a todo el mundo de todo lo que nos pasa y somos incapaces de afrontar nuestra propia responsabilidad.
Pasado un tiempo, este mal carácter llega a modificar nuestra personalidad y nos volvemos seres humanos completamente amargados. Ya no necesitamos aislarnos de los demás porque nadie quiere estar cerca de nosotros y sencillamente, nuestra visión de la vida es horrible.
Trabajarnos de forma consciente el estar de buen humor es posible. Aunque la vida no es nada fácil, hay formas de subir nuestro estado de ánimo y así, no caer en esta victimización y estos sentimientos de frustración tan desagradables y que tienen tantas consecuencias nefastas para nosotros.
Hacer deporte, meditar, escribir un diario, organizar nuestras agendas de forma coherente y dejar tiempo libre para nosotros, es algo que muchas personas ven imposible integrar en sus semanas. Sin embargo, cada vez somos más los que lo vamos consiguiendo y esto repercute directamente en nuestro estado de ánimo.
Esto no hace que dejemos de tener dificultades, pero nos dota de esos recursos internos para afrontarlas sin que nuestro humor cambie. No es lo mismo preocuparse que ocuparse y entrenando la conciencia, puedes hacerlo.
Tomando conciencia, viviendo en coherencia…