Siéntate delante de tu diario y analiza cómo afrontas cada día tu trabajo.
Cierra los ojos y visualiza con qué personas te cruzas, con cuántas debes hablar, con quién interactuas y a partir de ahí, toma conciencia de estas cuestiones:
¿cómo miras a las personas?
¿percibes sus estados de ánimo, sus emociones, te importan?
¿adaptas tu atención a cada persona a su expresión, a su estado de ánimo, eres compasivo o tan solo, despachas y atiendes?
Cuando te comunicas, sea personalmente, por teléfono o incluso por correo electrónico ¿eres capaz de desearles un buen día? ¿si sabes de alguna circunstancia difícil de alguna de esas personas, te molestas en preguntar y estar pendiente?
¿crees que preocuparte por las personas con las que has de interactuar te hace perder el tiempo?
¿sientes que es importante estar conectado con las personas en tu entorno laboral?
Haz una reflexión sobre tu actitud y recuerda, que todo lo que disfraces en tus comportamientos y te aleje de tu condición de ser humano, te aleja de una vida en plenitud y te acerca a una vida vacía, fría y de profunda soledad. Ocho hora diarias en esa situación, son muchas horas…