HACE MÁS DAÑO EL ESCUDO QUE LA LANZA
Cuando nos negamos a sentir determinados sentimientos asociados a las emociones difíciles, vamos construyendo una coraza que nos hace sentir «más fuertes».
Esa coraza nos distancia de nuestra propia vulnerabilidad y a través de ese montón de capas absurdas y deshumanizadas, cerramos cualquier atisbo de herida emocional.
Capa a capa, construimos un escudo de silencio que se hermana con nuestro dolor silenciado y se convierte en rumiaciones enfermizas que nos torturan a fuego lento.
En mi trabajo en el mundo de la empresa, encuentro a muchas personas que luchan sin cesar por parecer increbantables, intentan parecer insensibles y sobre todo, sufren de forma desproporcionada por no permitir que sus debilidades afloren cuando corresponda.
Necesitamos reconectar con nuestra parte más vulnerable, con nuestros miedos, con nuestras emociones más difíciles y a partir de ahí, afrontar cada situación con algo más de coherencia y algo menos de frialdad.
Si nos cerramos a sufrir por amor, nos cerramos a amar. Si nos cerramos a sufrir por los hijos, nos cerramos a la parternidad. Si nos cerramos a sufrir por perseguir nuestros sueños, nos cerramos a soñar y así no podemos encontrar la forma de que nuestra vida nos guste.
La vida puede ser preciosa pero también tiene su lado oscuro, ese que nos trae sufrimiento y resistirnos a éste, nos hace estar en un desequilibrio permanente que nos daña.
Ablandar nuestro corazón y dejar que éste nos haga SENTIR, según corresponda, nos conecta con la realidad y con la vida.
Tomando conciencia, viviendo en coherencia….