Esta semana, una de las mañanas que me quedé en casa a escribir, estaba justo delante de estas pantallas.
En mi mesa pequeñita de trabajo, con mis pensamientos centrados en desarrollar un proyecto precioso, tomé conciencia de la suerte que tengo y mi cabeza mi dijo: que maravilla ser autónoma.
Me dio por reír ya que siempre he escuchado que ser autónomo es poco menos que una desgracia, sin embargo, cuando has trabajado tantos años por cuenta ajena, de sol a sol y no has podido de disfrutar de la luz que entra por la ventana de tu habitación, ya que jamás estabas en las horas de sol, cuando no has podido sentarte a desarrollar nada demasiado personal, estar en la mesa, por la mañana y siendo dueño de tu tiempo, sencillamente, es un premio.