Post semanal

12 febrero 2023

Durante mi clase de los lunes, en ese lugar tan sórdido como es el aula de formación del Centro penitenciario, una sensación me atravesó el corazón.

Acabábamos de hacer una meditación para trabajarnos la decepción y tras ella, los alumnos debían escribir en sus libretas una carta a la persona o personas con las que sintieran esta emoción.

Sus caras, esas caras de profunda tristeza, de resignación, de desesperanza me impactaron como un jarro de realidad.

La cárcel no solo es un lugar desprovisto de afectos, de amor, de cariño, de humanidad, la cárcel es un sitio donde la tristeza la puedes tocar.

Mirar a esos hombres, escribiendo a sus familias, a sus amigos, a sus parejas, a personas que amaban y que les abandonaron tras entrar en el sitio donde más solos se van a encontrar, tras entrar en un lugar donde la culpa y la impotencia te pudren por dentro, donde la frustración de no ser ya el dueño de tu vida te hace perder toda ilusión por vivir.

Mirar a esos hombres con esos rostros de dolor, de resignación, de rendición me hizo conectar con mis propios pensamientos.

Estoy pasando momentos difíciles y mi cerebro me victimiza constantemente- Me hace sentir perdida en una vida donde ya llevo 51 años caminados, me hace sentir injustamente tratada por una vida, llena de oportunidades y rodeada de cariño , me hace sentir destruida, con unos talentos que me han permitido salir siempre hacia adelante.

Mis pensamientos son capaces de convencerme de que soy desgraciada, de que soy víctima, de que estoy en una situación vulnerable y de pronto vi esos rostros llenos del dolor más profundo que un ser humano puede sentir, el de la desesperanza.

Es cierto que la vida no es fácil y nos vemos en situaciones inmensamente dolorosas, sin embargo, la toma de contacto con el sufrimiento de otros, nos permite tomar perspectiva.

La conciencia que he adquirido durante estos años de trabajo interior, me ha dado la oportunidad de poder observar mi realidad con algo más de coherencia y el hecho de estar vivo y abrir los ojos cada mañana, me dice que es una oportunidad única para seguir viviendo.

Estoy reconstruyendo mis necesidades y hasta mi vida, pero tengo vida y eso es lo que importa.

Cuando nos sumimos en pensamientos recurrentes, como son la rumiación, la necesidad de control y el apego en exceso, caemos en una nube de toxicidad mental que nos ciega a la realidad y no nos permite tomar conciencia de lo afortunados que somos y de la vida que tenemos.

Párate, mira a tu alrededor, mira en tu casa, en tus afectos, en tu interior y verás todo lo que te queda por vivir.

Tomando conciencia, viviendo en coherencia….

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