Si nos es complicado hacer una correcta gestión emocional en un entorno personal, es misión casi imposible, hacerlo en un entorno laboral.
Esta semana he tenido la gran oportunidad de impartir una formación en gestión emocional y de estrés en una gran multinacional.
Un montón de ingenieros, todos vestidos iguales, todos con un gesto similar que me recordaba que estaban allí semi obligados, convirtió en una de esas charlas que tanto disfruto, en todo un reto.
Conectar con personas con mucho estrés, dentro de su horario laboral, no es tarea fácil, ya que cada uno de ellos, va librando su batalla diaria y este tipo de formaciones no técnicas, les hace sentir que están perdiendo tiempo.
Lo bonito es que en cuanto conectamos con esa parte nuestra más humana, en cuanto conectamos con nuestra parte más emocional, todo cambia.
Las emociones son estados adaptativos de la mente, son muy necesarias y si no sabemos procesarlas de forma correcta, cocinamos una ensalada emocional dentro de nuestra mente, muy complicada de gestionar.
La pena, es que esa mezcla de emociones no atendidas, se van acumulando internamente y no solo pasan una factura física importante a través de la somatización. Cuando estamos en nuestro entorno de seguridad, esas emociones saltan ante cualquier pequeño detonante y lo pagamos de forma injusta, de forma desproporcionada y con quien menos se lo merece, que suele ser nuestra familia.
En cuanto cuentas esto en una charla de emociones, todos abren más los ojos, todo se identifican gritando a sus hijos porque han tenido un mal día, o no participando de un rato en familia de calidad por estar agotado emocionalmente por culpa del trabajo.
La gestión de las emociones no es tan difícil, pero es una gran desconocida para la mayoría de las personas.
Detectar , nombrar y dejar sentir las emociones es fundamental para nuestro equilibrio psicológico y pretender, dejarnos nuestra parte humana en el parking de nuestro centro de trabajo para convertirnos en robots inquebrantables, que ni sienten ni padecen, nos convierte en víctimas de esta falta de conciencia y honestidad emocional para con nosotros mismos.
La tristeza, el miedo, la frustración, la ira, son emociones básicas, necesarias para nuestra existencia y debemos formarnos e informarnos para poder llevarlas de forma saludable en nuestra vida personal y profesional.
Estar triste no es ser un blando, estar enfadado no es ser mala persona, estar frustrado no es ser inmaduro, tener miedo no es ser un cobarde.
Estos sentimientos afloran para que modifiquemos cosas en nuestro interior y nuestra vida y si no atendemos estos avisos, no avanzamos nada y el sufrimiento se enquista.
Tomar conciencia de nuestros sentimientos, es la puerta para atender nuestro sufrimiento y modificar aquello que nos hace daño.
Tomando conciencia, viviendo en coherencia….