La felicidad, el eterno deseo de todo ser humano. Esa búsqueda incesante de un estado de bienestar permanente en una huida del temido sufrimiento.
Una lucha absurda que durante las últimas décadas, se ha agudizado de sobremanera, en una sociedad donde el sufrimiento inherente a la propia existencia, ha sido rechazado de nuestras mentes como si la ignorancia de éste, nos protegiese de realidades tan poderosas como la propia muerte.
Una sociedad que corre, que vive llena de ansiedad por cubrir sus vacíos internos a base de un consumo desmesurado del bienestar y que sin embargo, necesita de todo tipo de fármacos para soportar su propia existencia.
Proyectamos nuestra felicidad en base a proyectos futuros y sin embargo, somos incapaces de valorar y disfrutar aquellas cosas que tenemos en el presente, que es lo único que tenemos con seguridad.
Trabajar en nuestra felicidad es trabajar el presente.
Nuestros afectos, cuidar de nuestras relaciones y nuestros tiempos con los seres queridos, nos hace sentirnos muy plenos. El vínculo de una relación familiar sana es crucial para mantenernos sólidos y estables ante la dificultad. Es importante cuidar la armonía y salubridad de estas relaciones para no vivir en sentimientos de falta de libertad en este sentido.
Nuestro desarrollo profesional nos hace sentir felices, siempre que sintamos que estamos construyendo un legado personal en nuestro paso por esta vida. Aprender, sentirnos útiles y sobre todo, sentir que dejamos un impacto en otros, nos aporta mucha plenitud vital. No podemos olvidar que en los ambientes profesionales, debemos tener relaciones de afinidad con nuestros compañeros e interlocutores ya que, como seres humanos, sentirnos queridos es lo que nos va a hacer sentirnos aceptados por lo que somos, además de por lo que hacemos.
Nuestras relaciones sociales es el tercer bloque necesario para construir una vida con sentido. Los amigos son los afectos elegidos y con ellos, nos sentimos capaces de explorar fuera de nuestra zona de confort. Con ellos somos más auténticos, más libres y más atrevidos, con ellos nos sentimos más valiosos y sobre todo, nos sentimos aceptados sin tener que demostrar constantemente nuestra valía.
Cuidar de los tres ámbitos descritos, nos aporta sencillez y plenitud en la vida, sin embargo, vivimos en una sociedad donde se descuidan todos ellos en pro de una vida llena de estrés y falta de conciencia que nos hace sentir mucha más soledad y desasosiego ante la dificultad.
Vivir el presente con más amor, preocuparnos de las personas que nos rodean y sobre todo, dejar de mirar hacia adelante permanentemente sin apenas respirar, nos acercará a estos tres ámbitos que nos pueden ayudar a encontrar esa felicidad en el día a día, que es donde debemos encontrarla.
La felicidad está en la normalidad, en los momentos neutros, en los días soleados o en los días nublados, en los días tranquilos y en los días inquietos, la felicidad está en las risas de los nuestros, en una conversación bonita o en un gesto de cariño de cualquier persona, la felicidad está en estar presente y ver nuestra vida, tal y como es, que es perfecta.
Tomando conciencia, viviendo en coherencia…