El orden de nuestra mente está directamente relacionado con el orden de nuestro entorno.

Al igual que la procrastinación, el desorden nos produce determinadas emociones, de las que si fuésemos conscientes, huiríamos como del agua hirviendo.

Pereza, desánimo, decepción, desesperanza, frustración, tristeza y otras emociones, acompañan a los espacios caóticos o desordenados.

Nuestra mente, en su trabajo agotador de procesar todo lo que percibe a través de nuestros sentidos, debe generar pensamientos y con ellos emociones.

Cuando el desorden rodea nuestros espacios de trabajo o de convivencia, somos incapaces de mantener cierto orden en nuestros pensamientos.

El desorden nos trae descontrol, improvisación y sensación de fallo en cosas que sí dependen de nosotros, por lo tanto, que sí podemos controlar.

Cuando ponemos orden en nuestro entorno, hacemos una selección de las cosas que realmente nos aportan algo de utilidad y sobre todo, ponemos conciencia en aquellas cosas que solo son «enredos» inútiles, innecesarios y que ocupan un espacio que no les corresponde.

Las personas ordenadas, son personas que se organizan mejor en todos los sentidos de su vida, sus horarios, sus rutinas, su autocuidado, sus necesidades y sobre todo, son personas que viven con mucha más calma.

El ejercicio de ordenar, es un ejercicio que requiere estar presente para hacer esa selección correcta de los espacios y los roles de cada cosa de nuestra vida. Nos sirve para entrenar la paciencia, el cuidado por las cosas importantes, el ser capaces de soltar las cosas que ya no nos tienen que acompañar y sobre todo, el establecer coherencia en nuestro presente.

Ordenar espacios es mucho más que colocar y tirar cosas, ordenar espacios es ordenar la mente, ordenar prioridades y desprendernos de todo lo superfluo de nuestras vidas.

En el trabajo que hacemos en Mindfulness, entrenamos el orden como un ejercicio de atención plena lleno de beneficios para quien los practica.

Tomando conciencia, viviendo en coherencia….