Post Semanal

30 julio 2023

HISTORIAS NORMALES, DE VIDAS NORMALES 1….

Margarita se sentía una mujer totalmente normal, una chica de su tiempo que, a pesar de estar soltera a sus 43 años, no añoraba esa vida familiar que desde pequeña, su entorno familiar y social le habían vendido como proyecto de una vida feliz.

Su aspecto era algo aniñado, delgada, sin formas muy determinadas y con el pelo desaliñado, vestía como una universitaria despreocupada por su imagen.

Su trabajo como funcionaria no le aportaba grandes cosas, pero la seguridad económica y la comodidad de un horario de mañanas, hacía que mereciera la pena. A cambio tenía una gran vida fuera del trabajo, o eso pensaba ella: pilates, piscina, unas clases de baile urbano donde sacaba su parte más salvaje y libre, la lectura y sus rutas de montaña con un grupo aleatorio que había encontrado a través de internet.

De vez en cuando quedaba con sus amigas de toda la vida pero, éstas estaban todas inmersas en sus vidas familiares y solo podían verse una vez cada cinco o seis semanas, cosa que para Margarita era absolutamente insuficiente.

De vez en cuando, tenía alguna cita con hombres divorciados o solteros y siempre había algo que salía mal. Unas veces se notaba que eran los típicos que quieren acostarse con alguien y luego desaparecer, cosa que a ella ya le había pasado y se había propuesto que no le pasaría más. Otras veces, eran hombres muy aburridos, con vidas aburridas que solo buscaban una compañera de aburrimiento. Otras sin embargo, parecían hombres interesantes pero por alguna razón que ella no alcanzaba a entender, no conseguía conectar y terminaban por esfumarse. Esta parte de su vida, cada vez le daba más pereza por la cantidad de fracasos acumulados y realmente, cada día sentía más, que lo mejor para ella era estar sola.

En su familia todo estaba bien, disfrutaba de sus sobrinos a los que adoraba y su relación con hermanos y padres era más o menos buena.

Una vez al año procuraba irse a un viaje bonito con alguna amiga y ese verano, no había conseguido a nadie que le viniese bien viajar con ella. Aún así, contrató ese viaje, no sabía muy bien si para demostrarse que no dependía de nadie a sí misma o para demostrárselo a los demás.

El primer día salió muy envalentonada y parecía que todo iba perfecto, pero desde el día en el que llegó a su destino, una sensación de soledad enorme, atravesaba su interior de una forma cruel y dolorosa.

Necesitaba abrirse y conocer gente y realmente, ella no tenía grandes problemas para hacerlo, pero aunque hablara con desconocidos en excursiones, en la piscina del hotel o en la playa, sentía que estaba absolutamente sola.

Cada noche, tras la cena se quedaba en la terraza del hotel, tomando un copa para no meterse en la habitación y se percibía como una fracasada. Toda una vida siendo una persona honesta, que se cuida, que cuida de los suyos, respetuosa con los demás y aquí estaba, sola y sin poder compartir unos días de vacaciones con nadie.

Tras dos martinis, empezaba a preguntarse qué había hecho mal para llegar a este punto y su voz interna no paraba de machacarla y recordarle, todos los errores y malas decisiones que había tomado para llegar a este punto, todos los defectos personales que encontraba en sí misma y que sentía que con ellos, nadie la quería como compañera de vida y así, podía torturarse una y otra noche hasta acostarse un poco borracha y seguir con su plan de viaje a la mañana siguiente.

Sentía que no estaba disfrutando de nada y sobre todo, sentía que estaba tomando conciencia de que su vida en realidad, no le gustaba nada, no era lo que ella quería.

Al tercer día de sus tristes vacaciones, decidió matar su aburrimiento poniendo en marcha un experimento personal . Cogió su diario y se dedicó todo el día a escribir sobre las vidas que observara a su alrededor, sin saber muy bien para qué, intentaba configurar una vida feliz, observando la vida de los demás y aprendiendo de ellos.

Familias jóvenes con niños, parejas de enamorados, parejas de desenamorados, pandillas de jóvenes y de no tan jóvenes, se pasó el día escribiendo sobre lo que observaba en todos ellos y en sus relaciones entre ellos.

Por la noche, en su momento martini, intentó hacer balance de todo lo que había escrito y se encontró con la sorpresa que lo cambió todo:

De las familias observó un esfuerzo enorme por parte de los padres para aguantar la energía de los niños pero lo que más destacó, fue las risas, verlos disfrutar de la inocencia y la espontaneidad de los niños, que los hacía disfrutar como locos a pesar de no tener tiempo para mirarse el uno al otro como pareja. De las parejas de enamorados destacó la compañía, la complicidad y la intimidad con la que se abstraían de todo en su burbuja dual. De las parejas de desenamorados destacó la complicidad y el respeto por hacer cada uno lo que le daba la gana, sin estar pendiente de cubrir las necesidades del otro. De las pandillas de jóvenes y no tan jóvenes destacó la diversión, las risas y sobre todo, la desconexión de la rutina.

Se dio cuenta que cada circunstancia que había estado estudiando, tenía su parte triste, agotadora, dependiente o inconsciente pero todas, absolutamente todas, tenían una parte bonita y envidiable.

En ese momento se dio cuenta de que no estaba viviendo su vida por ella. Sus creencias internas eran aún muy fuertes y aunque simulaba una vida que le gustaba, el peso de la soltería y el no haber sido madre eran una losa inmensa que no le permitía sentirse completa.

Entendió que su vida, como el resto de las vidas, tenía sus partes buenas y malas. Entendió que desde niña, todo lo que había conseguido lo había hecho a través de mucho esfuerzo personal y era una mujer independiente y capaz de afrontar la vida sin necesitar a nadie y sobre todo, entendió que el no haber formado una familia propia, no le hacía menos merecedora de una vida feliz.

Siguió unos días analizando todo lo que aquella noche dilucidó y decidió sacar partido a su presente, cambiar las partes de su vida que le hacían sentirse anclada a aquellas creencias y empezar a cambiar todo lo que le hacía vivir por y para los demás. Ya no tenía nada que demostrar a nadie pero si tenía mucho por lo que trabajar en configurar una vida que le gustara a ella, solo a ella que era la persona con la que hacía su vida.

Un par de relaciones tóxicas que mandaría a paseo, algún amigo ocasional, del que huía por miedo a enamorarse de la persona equivocada iba a tener una oportunidad, dejaría de juzgar a sus amigas por no dar prioridad a la pandilla frente a su vida familiar, dejaría de someterse a los ritmos de sus hermanos para las reuniones familiares, abriría sus relaciones en el trabajo y se alejaría de la amargada y criticona de su compañera de desayunos, una solterona con la que juzgaba a todos los que tenían una vida diferente a ellas, cambiaría de deporte para practicar alguno donde tuviera que exponerse más pero que le aportara retos y otra serie de propósitos que hicieron, que esas vacaciones quedasen grabadas en su memoria, como unas grandes vacaciones. Aquellas vacaciones en las que viajó con la persona más importante de su vida.

Soltar los estereotipos y los juicios, nos ayuda principalmente a encontrar nuestras propias necesidades y nada como un tiempo en soledad para hacerlo.

Tomando conciencia, viviendo en coherencia….

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