Roberto acudió a la consulta de su nuevo terapeuta con una sensación de soledad extrema. Tras la pandemia, sentía que se había acostumbrado a estar tan solo, que había perdido todas sus referencias sociales y tan solo mantenía algo de contacto familiar.
Sus padres ya no vivían y la vida transcurría entre trabajo y casa, donde estaba a gusto pero con una sensación de tristeza que no sabía entender.
En el trabajo que hizo de introspección para encontrarse a sí mismo, llegó a un punto de conexión con el pasado, donde, de alguna forma, él había asumido que viviría solo.
Era homosexual y desde joven, en una casa donde jamás se habló abiertamente de su situación, en una casa donde las creencias sobre lo importante de pasar desapercibido y no dar qué hablar a los demás eran palabras sagradas, su soledad empezó a fraguarse, día a día, sentimiento a sentimiento, situación a situación, donde no se hablaba, no se compartía.
Desde temprana edad, Roberto enfrentó desafíos al tratar de encajar en un molde que no encajaba con su identidad. A pesar de las barreras que enfrentó, decidió abrazar su orientación sexual y vivirla desde el silencio.
Roberto se tomó el tiempo para explorar sus propias pasiones y construir una base sólida de autoestima. Esta autoaceptación lo llevó a tomar una decisión que, aunque no es común, refleja su compromiso con sus valores personales. Sin embargo, esto lo hizo siempre en soledad, pocos amigos conocían su situación, en la familia silencio, en el trabajo silencio y aunque ya estamos en un mundo donde las cosas se saben, el tener que callar, el vivir al margen de tu mundo como si estuvieras haciendo algo inadecuado, le hizo meterse cada día más en sí mismo.
Cuando ha de enfrentarse a explicar lo que siente, una barrera inquebrantable le hace temblar y poco a poco, se ha de ir trabajando abrirse al mundo para que sus sentimientos estén presentes de cara a los que le rodean y recuperar el contacto y la confianza con las personas que quiere.
Nadie le reprochó nunca nada sobre su orientación sexual pero sin embargo, Roberto ha cargado toda la vida con una sensación de estar haciendo algo mal. Las creencias no se explican, se transmiten con costumbres, comentarios, miradas e incluso silencio.
Vivimos en una sociedad, aún muy marcada por un patriarcado machista y anticuado, y aunque la diversidad va entrando en ella, nos queda mucho camino.
Las creencias son constructos que nos rasgan el alma siempre que sentimos diferencias importantes con nuestros mayores de referencia, sin embargo, hemos de tomar conciencia y romper todo aquello que nos aleje de nuestra autenticidad.
Roberto se ha recuperado a sí mismo y día a día, sus inquietudes , sentimientos y opiniones van sonando en este mundo y cada paso, es una paso hacia una vida normal.
Tomando conciencia, viviendo en coherencia…