La magia de un té en aquel rincón, era de nuevo para Andrea un refugio en su aburrida, atareada y previsible vida.
Su sabor, el notar cómo algo tan sutil envolvía su interior y le daba la calma que no encontraba en ningún otro lugar, hacía que cada semana, encontrara un rato para ir a aquella cafetería.
Ese té, su diario y ella, la reunión más productiva de la semana y sobre todo, la sensación de estar en un espacio de seguridad, donde no tenía que disimular estar bien, donde no tenía por qué mostrar una energía de la que carecía, donde esa hoja en blanco le daba la oportunidad de tomar conciencia de cada detalle importante para su vida.
Aquella tarde no se sentía muy inspirada. La semana había sido tan deprimente que le costaba encontrar un tema con el que conversar a través de su diario. El blanco de sus hojas, le recordaban lo vacío de su vida, aquella página sin una sola letra, sin un solo símbolo, le producía una sensación de abismo dentro de sí misma. Una sensación profunda de tristeza y soledad, invadió por completo aquel momento que se suponía que era su momento.
Tanto sin sabor en los últimos acontecimientos de su vida, hacían que Andrea, que siempre se había caracterizado por su optimismo, entrara progresivamente en un estado de apatía permanente y empezó a escribir sobre esto, en aquella tarde lluviosa, en aquella página en blanco.
Tras unas cortas reflexiones, se dio cuenta de que lo único que estaba haciendo su mente era quejarse, quejarse de la enfermedad, de la vejez, de su trabajo, de su situación económica, un montón de quejas encaminadas a no asumir la parte más difícil de la vida y sobre todo, a victimizarse permanentemente por todo.
Ni rastro de su frescura, de su actitud positiva ante todo, ni rastro de sus buenos hábitos ni de esa fortaleza que hasta ahora, la había sacado de todas las situaciones difíciles. Se sentía más pequeña e incapaz que nunca y sobre todo, se sentía más abandonada que nunca por todo el mundo.
En aquel lugar, en aquel momento y mirando aquella lluvia, Andrea empezó a darse cuenta de que se había abandonado por completo y si bien es cierto, que estaba pasando por uno de los peores momentos de su vida, también sabía que ese abandono hacia sí misma, no era culpa de nadie en particular.
Mientras se contaba su triste historia actual en aquel diario, fue entendiendo que había proyectado todas sus necesidades sobre otros y poco a poco, había ido abandonando todo aquello que la hacía sentir equilibrada y fuerte ante la dificultad.
Analizando mediante la escritura dónde podía haber quedado aquella Andrea que veía tan lejana, en realidad vio que estaba allí mismo y si bien, la vida la había hecho temblar últimamente, ella había utilizado todo lo sucedido para autosabotearse y abandonar todo aquello que le hacía bien. Sin entender muy bien por qué, cada disgusto era una cesión, cada proyecto fallido era olvidarse de de sus buenos hábitos, cada noche de soledad era un nuevo abandono de sí misma.
Allí, en aquel espacio, en aquellas páginas, bajo aquella lluvia por fin entendió. Entendió que debía volver a retomar su vida, sus necesidades, a dejar de esperar que los demás se ocupasen de ella, a dar el primer paso para recuperar todo aquello que le hacía bien.
Allí, en su cafetería, con aquel té caliente, se rencontró con la persona que le gustaba, con la versión de sí misma que merecía la pena, allí con su diario, se rencontró consigo misma.
Tomando conciencia, viviendo en coherencia….