Cada año que termina, nos invita a hacer cierto balance de los últimos 365 días vividos.
Necesitamos sentir que en cada ciclo anual, hay una evolución en nuestras vidas, donde nuestras metas están mas cerca, nuestros sufrimientos más livianos y nuestras ilusiones, se van construyendo en un futuro ilusionante haciendo que tengamos cierta resiliencia para levantarnos cada mañana.
Hacer balance del año que termina es un ejercicio interesante pero, siempre que algo se somete a una evaluación, hay partes que no han salido como teníamos previstas: fracasos, pérdidas, frustraciones y una serie de realidades que empañan nuestro recuerdo y hacen que no tengamos un balance idílico.
Mientras nos ponemos los brillis, brindamos con bebidas espumosas y cenamos de forma copiosa, cada uno de nosotros, tiene una parte de ese año que no fue buena. Recordarla no tiene por qué empañar nuestra evaluación personal, pero es interesante tomar contacto también con este «lado oscuro anual» para asumir y recalibrar nuestras necesidades y expectativas para el año que empieza.
El gran problema es que nuestro querido cerebro, ese órgano alucinante que dirige nuestra nave nodriza, no quiere asumir este lado de la vida y siempre que pensamos en lo que no salió bien, tiende a victimizarnos y eso nos lleva a la maldita QUEJA.
La queja es un movimiento a nivel de comunicación, donde nos posicionamos en una frecuencia muy negativa ante todo lo que sucede, donde culpamos a todo lo que nos rodea de todo aquello que no fue como esperábamos y sobre todo, nos libera de cualquier responsabilidad o rol para asumir y afrontar lo ocurrido.
Quejarnos no sirve para nada, salvo para eludir nuestro papel ante las situaciones desafiantes y sobre todo, nos entrena para tener una visión tremendamente juiciosa de la vida y de las personas.
La queja se entrena y cuanto más te quejas, más motivos encuentras para hacerlo pero déjame que te recuerde algo: los quejicas son personas insoportables, personas que transmiten una energía muy negativa y que generan mucho rechazo a su alrededor.
Si queremos hacer un balance productivo para este año, te invito a hacerlo sin queja, entendiendo que no todo sale como teníamos previsto y que ante el fracaso, nos llevamos lecciones, ante la dificultad, vemos retos que decidiremos afrontar o no, ante la frustración nos llevaremos aprendizaje y sobre todo, ante lo que salga mal, trabajaremos la aceptación.
El año es bueno si lo hemos terminado, si tenemos una nueva oportunidad de vivir otro y sobre todo, si tenemos claro, qué cosas son importantes para anclarnos a nuestra vida.
Disfruta de este final de año, celebra y sobre todo, Feliz año nuevo lleno de conciencia.
Tomando conciencia, viviendo en coherencia….