Muchos de vosotros, probablemente os encontráis de vacaciones, otros, ya habréis vuelto y algunos, no las habéis podido tomar.
El verano es un espacio en el tiempo especial, las ciudades se vacían y los pueblos sin vida, se llenan de familias, fiestas, risas, música y una explosión de alegría y ganas de disfrutar.
Las playas abarrotadas de mundo deseoso de desconexión se cruzan con ciudades sin tráfico, sin ritmos frenéticos y de alguna forma, estemos donde estemos, se está mejor.
Es un espacio donde todo se ralentiza, los teléfonos casi no suenan, recibimos menos correos y de alguna forma, tenemos la oportunidad de hacer una parada digital y de ritmo brutal.
Desconectar, ir despacio, comer consciente, hacer más deporte y sobre todo, disfrutar y no quejarnos. Bajar el nivel de queja es recuperar salud.
Nuestro cerebro, tiene un movimiento que , aunque aparentemente nos ayuda, en realidad nos sume en una frecuencia vibratoria muy pero que muy negativa. Quejarnos es una forma de eludir nuestra parte de responsabilidad a que las cosas no sucedan como esperamos. En esta época, nos quejamos del calor, de que la casa de la playa no está bien, de que hay mucha gente y de toda una serie de cosas de las que en invierno, anhelamos con tristeza.
Esto nos impide disfrutar de cada momento de nuestras vacaciones y nos sume en estados de estrés completamente inútiles e innecesarios.
Tomar conciencia de lo bueno de estos momentos, dejar a un lado o relativizar aquello que no cumple nuestras expectativas y sobre todo, tener una actitud de disfrutar, calla esa voz quejica que todos tenemos dentro y nos abre la puerta a esa desconexión real, necesaria y tan tan positiva.
Recuerda que la perfección no existe y que, aunque todo puede mejorar, adaptarnos a lo que tenemos, es la única forma de situarnos mentalmente en esto de disfrutar de cada instante.
Tomando conciencia, viviendo en coherencia….