Post semanal

27 octubre 2024

La necesidad de control es uno de los pensamientos recurrentes que más estrés nos produce, sin embargo, culturalmente no solo está bien visto, sino que ha sido alimentado generación tras generación, como algo positivo y que nos hace competentes.

Tener todo bajo control en nuestra casa, nuestra familia, nuestro trabajo, significaba ser un magnífico gestor, pero el precio que hay que pagar para eso, lo hace algo absolutamente inviable.

En primer lugar, hemos de trabajar en la idea de que, el ser humano, solo puede controlar lo que depende de sí mismo. La voluntad de los demás, es absolutamente incontrolable y pretender hacerlo, nos sume en estados de ansiedad y estrés altísimos.

Por otro lado, pretender controlar a los demás, significa que, de forma inconsciente o no, tendremos que ningunear a las personas de nuestro alrededor, invalidando su voluntad para que ejerzan la nuestra.

En los ambientes familiares, esto está directamente relacionado con patrones adquiridos desde culturas muy controladoras, donde el sufrimiento y el estrés, se asocia a un gran sentido de la responsabilidad, se ha vinculado con algo positivo y que nos convierte en grandes padres, madres, amos de casa. Lejos de esta realidad, las personas muy controladoras en el ambiente familiar, generan mucho rechazo y mentiras a su alrededor.

En un ambiente de trabajo, el exceso de control hace que las personas se desvinculen del mismo. Poco a poco se convierten en meros ejecutores de tareas, donde de ninguna manera, aportan todo su potencial. Esto convierte a los equipos en grupos desmotivados e ineficaces. Cuando a un profesional no le dejan aportar todo su potencial, de forma progresiva, va perdiendo el interés por hacerlo.

En una pareja, cuando uno de los dos es muy controlador, el otro vive con la sensación de estar en un juicio permanente, donde el objetivo es modificar cualquier atisbo de personalidad que le pueda quedar. Esto destruye las relaciones casi siempre.

Las personas controladoras, se sienten permanentemente en una necesidad de vigilancia agotadora, que termina pasando una factura muy cara a nivel de salud mental. Además, el rechazo que generan a su alrededor, les hace vivir todo esto con una gran soledad e incomprensión por parte de los demás.

El mindfulness nos permite trabajar este patrón tan tóxico y empezar a dejar que el mundo sea como es. Si es cierto que debemos establecer reglas y procedimientos en todos los ámbitos de la vida, no es cierto que debamos ejercer esta necesidad de control sobre el resto de las personas para demostrar nuestra propia competencia.

Tomando conciencia, viviendo en coherencia…

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